La hazaña de Charles Lindbergh hace 90 años

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Por José Nicolás Rodríguez | Colaborador TallyHo |

Durante la noche del día 21 de mayo de 1927, finalizaba en el aeropuerto de Le Bourget, Francia, una de las hazañas más recordadas en la historia mundial de la aviación, como lo fue el primer cruce del Océano Atlántico y sin escalas, realizado por un joven aviador norteamericano llamado Charles Lindbergh (1902-1974).

La idea de cruzar el Atlántico y unir Nueva York con París, surgió en 1919, cuando el empresario hotelero norteamericano radicado en Francia, Raymond Orteig, ofreció un premio de $25.000 dólares a quien pudiera realizar el primer vuelo sin escalas entre ambas ciudades. En un principio fueron varios los aviadores que se entusiasmaron con el arriesgado reto, pero la mayoría pagaron con sus vidas en medio del intento. Sin embargo, la historia cambió en 1927, cuando apareció Charles Lindbergh. Un joven piloto del correo, quien se caracterizaba por ser algo tímido, audaz y de buena presencia.

Para llevar a cabo la misión, Lindbergh fue ampliamente respaldado por un grupo de empresarios de la ciudad de San Luis, quienes contribuyeron a la fabricación de una aeronave especialmente diseñada para tal efecto. Dicha máquina fue construida por la Ryan Airline Company, posterior Ryan Aeronautical Company, bajo la supervisión del propio Lindbergh. La fábrica designó al modelo como NYP (siglas de Nueva York-París). Finalmente, fue bautizado con el nombre de «El Espíritu de San Luis», en honor a la ciudad de los empresarios.

Basado en el avión Ryan M-2, el cual se caracterizaba por ser unmonoplano de ala alta, cabina cerrada, fuselaje de tubos de acero y revestido con tela. En su interior llevaba comida, agua y chocolates. Además de una balsa en caso de emergencia. Delante del panel de instrumentos y detrás del motor, se ubicaba un estanque de combustible de gran volumen, el cual sumado al de las alas, logró albergar la cantidad de: 1.704 litros. Dado que no poseía visión hacía adelante, se le agregó un periscopio, el cual le permitió tener visual frontal. Estaba propulsado por un motor radial Wright J-5CWhirlwind, de 223 HP.

Siendo las 7:52 am del 20 de mayo de 1927, iniciaba su travesía desde la pista de tierra del campo aéreo Roosevelt, ubicado en Long Island, Nueva York, bajo la mirada de miles de personas, periodistas y representantes gubernamentales, que se congregaron para darle la despedida. La ruta que siguió, consistió en sobrevolar Nueva Escocia e Isla de Cabo Bretón, lugar donde comienza el atardecer en la travesía. Siendo las 19:52 pm lo sorprende la noche y el mar se ve oscuro producto de la niebla reinante. A raíz de esto decide elevarse y dejar los 800 pies hasta alcanzar los 7.500 pies. A las 10:52 pm se encontraba volando a mitad del Atlántico y a una altura de 10.000 pies. Es en este punto donde comienza a luchar contra el frío y el sueño. Toma la decisión de no cerrar las ventanas para que el aire fresco lo mantenga despierto. Al día siguiente, 21 de mayo, divisa nuevamente tierra a su izquierda siendo esta Irlanda. Finalmente, a las 10:21 pm hora de Francia, aterrizaba en el aeropuerto de Le Bourget, concluyendo así el primer viaje en solitario de 33 horas 30 minutos, abarcando 5.809 kilómetros. Fue recibido por más de 150.000 personas.

Ya en tierras galas, este joven aviador de 25 años, recibió el cariño y afecto. Fue así como recibió la Legión de Honor. También fue invitado a diversas reuniones y entrevistas.

De regreso a los Estados Unidos, viaje que realizó por vía marítima, nuevamente fue recibido con gran emoción, como un verdadero héroe. Incluso se le organizó un gran desfile. Es allí cuando el Presidente de aquel entonces, Calvin Coolidge, le otorgó la Medalla de Honor del Congreso y la Cruz de Vuelo Distinguido.

Otro reconocimiento fue el que obtuvo por parte de la Federación Aeronáutica Internacional (FAI), el 26 de mayo de 1927, por haber establecido un nuevo record mundial para aeronaves de su tipo. Charles Lindbergh, falleció en Maui Hawai, el 26 de agosto de 1974, víctima de un Linfoma.

Actualmente, la máquina protagonista se encuentra preservada, desde abril de 1928, en el Museo Nacional del Aire y del Espacio, perteneciente al Instituto Smithsoniano, ubicado en la ciudad de Washington DC.

La chilena que estuvo en el arribo de Lindberg (N. del E.)
La notable escritora chilena María Flora Yáñez se encontraba en París al momento del arribo de Lindbergh y en su libro «Historia de mi vida» realata vívidamente cómo fue la recepción del héroe en tierras galas, acá un estracto del libro:

«Terminamos de comer, cuando apareció un joven francés, amigo de las Courtin que venía muy emocionado a avisar que el aviador Lindbergh había conseguido atravesar el Atlántico (hazaña que se realiza por primera vez) desde Estados Unidos y que llegaba a París esta noche. ¡Era el milagro! Cruzar el Atlántico en avión. Muchas veces se había intentado en vano hacerlo. Francia guarda aún el duelo de sus aviadores desparecidos al intentar la prueba. El Yankee, el loco Yankee, solo en su pequeño avión, lograba aquello que ya parecía empresa irrealizable.

Bajamos apresuradamente a tomar el auto. Quizá tendríamos tiempo de llegar a Le Bourget y ver la emocionante llegada del avión héroe. Corrimos locamente en dos autos. Cuando llegamos a Le Bourget, cerca de las diez, el aeródromo era una masa humana que rugia. Lindbergh aterrizaba en ese instante. Describir el entusiasmo de la multitud sería tarea vana. El aviador venía medio muerto y, según dicen estaba atónito de ver aquella muchedumbre aglomerada para recibirlo. No sabía en qué punto del globo se encontraba y su sorpresa fue grande al comprobar que había aterrizado justo en París. El Embajador de Estados Unidos y otras personalidades se ocuparon de hacerlo descansar. Venía empapado por las lluvias y medio congelado. La multitud pedía sin tregua su presencia en el balcón, aclamándolo. Per0 no estaba en estado de mostrarse. La apretura ocasionó desmayos y se destrozaron vidrios y muebles en el chalet de Le Bourget.»… «Hay detalles conmovedores respecto de la hazaña de Lindbergh. Es tan humilde que creía llegar ignorado y traía una cartita de recomendaci6n para su embajador. Otro rasgo: cuando pasó por no se qué pueblo francés, antes de llegar a París, la gente, al divisar el avión, cayó de rodillas y oró silenciosamente, mientras Lindbergh cruzaba el espacio. Estaban aún bajo la impresión de tantos aviadores muertos al intentar la empresa que ahora Lindbergh realizaba.»(1)

Sin duda alguna un relato poco conocido y que entrega detalles de primera mano de lo impresionante que fue esta hazaña, que a su vez a una distancia de 90 años hoy en día parece tan cotidiana que desdibuja esos enormes esfuerzos humanos e ingenieriles para lograr dicha proeza.


(1) Extraído del libro «Historia de mi vida» de María Flora Yáñez, Editorial Nascimiento, Santiago de Chile 1980. Págs 181-182.

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