Un día 12 de diciembre -hace exactamente 104 años- en la madrugada se llevaba a cabo el primer cruce del macizo andino por su parte más alta. Ese día un piloto de baja estatura, pero con un gran corazón y coraje, a la sazón Teniente, se subió a un frágil e inestable avión Bristol M-1C de la 1a Compañía de Aviación, se iniciaba así la hazaña del Teniente Dagoberto Godoy Fuentealba.
En honor a esta gran proeza se instauró como el día de la Aeronáutica Nacional en Chile y saludamos a todos quienes trabajan en los diversos aspectos de la aeronáutica en nuestro país, contribuyendo a la conectividad nacional.
Los orígenes del cruce
Conforme progresaba la aviación en capacidades y sistemas, aumentaba cada vez más el deseo de aquellos aviadores tanto chilenos como argentinos de vencer el imponente macizo andino. Con la llegada de la aviación comienzan los primeros intentos de lograr cruzarlo, por el lado chileno, ya en 1913 el aviador chileno Clodomiro Figueroa lo había intentado en un frágil Blériot XI de 80 HP, luego el aviador Acevedo ambos sin éxito.
Ante tantos intentos el Diputado chileno Héctor Arancibia en el Congreso establece que se fije por Ley un premio de $20.000, a quien logre cruzar la cordillera por su parte más alta entre los paralelos 31 y 35 Latitud Sur.
Por el lado argentino los aviadores Jorge Newberry, Mascías y Zanni. Si bien el año 1916 los pilotos de globos Zuloaga y Bradley volaban desde Santiago hasta Uspallata en Argentina, en un globo cubriendo la trayectoria más alta, fueron condecorados por el Gobierno Chileno con la Medalla al Mérito. Sin embargo aún ningún piloto en un avión lograba la hazaña. Siendo el más exitoso el vuelo realizado el 13 de abril de 1918, por el Teniente Luis C. Candelaria, en un Morane Saulnier Parasol de 80 HP, quien logró cruzar por el sector de Zapala cuya altura máxima era de 2.180 metros, recorriendo 250 km en un tiempo de 2 hrs 30 min.
La preparación de Dagoberto Godoy
Corría el año 1917 y la Aviación Militar de Chile decide entrar de manera activa en la competencia. Ese año el estado de la flota de aviones militares era deplorable y si bien hubo alguna esperanza de lograr la conquista del macizo con el Morane Saulnier “Teniente Mery”, prontamente se demostró poco apropiado para ello. Sin embargo en las presentaciones aéreas se veía la experiencia y capacidades del joven Teniente Dagoberto Godoy quien se perfilaba como el indicado para lograr la meta de vencer la Cordillera.
Llega el año 1918 y la crisis es apremiante, se suspenden prácticamente todas las operaciones aéreas, ante ese escenario el Mayor Lira entonces Director de la Escuela de Aviación Militar solicita el día 3 de enero, que el Teniente Godoy “Siguiera practicando pruebas en altura en el aparato Morane Saulnier con el fin de intentar la travesía de Los Andes». La solicitud la repite el día 16 de enero, a lo que el Coronel Pedro P. Dartnell que era el Jefe del Departamento Ingenieros y Comunicaciones unidad de la cual dependía la Aviación Militar.
Así el propio Coronel Dartnell citó al Teniente Godoy y le asignó la tarea de prepararse para lograr la meta vencer la Cordillera de Los Andes por su parte más alta.
El día 19 de noviembre se termina de armar el primer avión el 4988 y se realizan diversas pruebas de vuelo por parte del Mayor Huston. El 29 de noviembre el Teniente Godoy vuela por primera vez en un Bristol M-1C. El 3 de diciembre logra ascender a 3.800 metros en presencia del Ministro de Guerra y Marina. Luego el 10 de diciembre en el mismo avión 4988 alcanza 5.800 metros acción que repite el día 11 de diciembre. En tanto el día fijado para el cruce era el día 8 de diciembre, pero al no estar todos los permisos la prueba se fijó para el día 12 de diciembre.
Finalmente el Coronel Dartnell presentando toda la documentación y planificación convence al Ministro de Guerra y Marina Bermúdez de que se autorice el vuelo en la fecha indicada.
La hazaña
El vuelo del Teniente Godoy comenzó ese día a gestarse desde muy temprano, la noche anterior Huston y su equipo habían trabajado en el Bristol 4988 hasta las 10 de la noche dejándolo a punto. En tanto Godoy preparó un mapa, revisó los estanques, corrigió su brújula y se fue a dormir.
A las 03:00 am de ese 12 de diciembre comenzaron las actividades en El Bosque con el carguío de combustible y aceite en el avión. A las 03:10 el director de la Escuela de Aviación Militar Mayor Lira, despertó al Teniente Godoy, vistiéndose con el uniforme nuevo y gorra blanca, luego guardó el mensaje que el Coronel Dartnell le entregó como saludo a los argentinos. Luego tomó desayuno.
El Teniente Godoy recuerda: “salí al exterior en busca de mi máquina, un Bristol de 110 caballos de fuerza. A esta hora reinaba una completa obscuridad y las estrellas brillaban en lo alto mientras yo las contemplaba con infinitas ansias de acercarme a ellas, en tanto me preparaba para subir al monoplano, pensando en mi patria y en los hermanos Carrera”.
Pasadas las 4 am de ese día el piloto se dirigió a su avión y recibe las últimas instrucciones de parte del Mayor Huston, luego volvió al Casino a servirse un café y retornó hacia la cancha. El Sargento Barrientos le entregó una pequeña botella de Ginger Ale y coñac. Además la única protección contra el frío era su capote y papel de diario que se había puesto en el pecho. A pesar de la altura que iba a enfrentar no llevaba oxígeno.
Subió al avión y probó el motor, al momento de dar la chispa cortó el motor y gritó: “voy a probar el motor y si va bien…” Acto seguido encendió el motor y despegó en menos de 50 metros a las 05:07 am. Ya clareaba el alba y a unos 40 m de altura pasó por la guardia de la Escuela de Aviación.
Ascendió en espiral hasta alcanzar en unos minutos los 4.000 metros, sobrevolando San Bernardo, los cerros del Chena, para luego virar al norte sobre Santa Rosa, después viró al oriente hacia San Ramón alcanzando los 5.000 metros. Treinta minutos más tarde bordeaba ya el Volcán Tupungato. Continuó ascendiendo hasta los 6.000 metros a una velocidad que oscilaba entre los 180 y 190 Km/h. Luego se guió siguiendo el trazado del ferrocarril Trasandino.
Luego para descender hacia Argentina cortó el motor con el fin de perder altura, sin embargo al volver a encender el motor este comenzó a ratear, ante la situación Godoy comenzó a usar la bomba de combustible manual y volvió a encender el motor. Siguió el curso de un río –suponiendo que era el río Mendoza- y a poco andar se quedó sin combustible mientras divisaba la ciudad entre la bruma. Debido a la escasa visibilidad no pudo encontrar la pista de “Los Tamarindos” y planeando por sobre la ciudad encontró un potrero apto para aterrizar.
Finalmente aterrizó a las 06:35 am en un lugar denominado Lagunitas muy cerca de Mendoza, lamentablemente el avión se destruyó parcialmente al aterrizar -el Bristol aterrizaba a bastante velocidad- resultando con daños en: tren de aterrizaje, hélice y un ala, además el piloto Teniente Godoy con heridas leves. En tanto Godoy ya en tierra tenía las manos agarrotadas por el frío y con cierto nivel de congestión producto tambiéndel frío y de la falta de oxígeno, sensación no muy conocida aún por los pilotos de ese entonces.
A las 7 am el Director de la Escuela de Aviación Militar recibía el primer telegrama de que Godoy se encontraba aterrizado en Mendoza y las novedades del avión.
Las celebraciones a ambos lados de la Cordillera no se hicieron esperar. Con decenas de cenas y actividades festivas, tanto en Chile como en Argentina donde la prensa llenó de elogios a Godoy.
El día 16 de diciembre el Teniente Godoy llegó a Los Andes por medio del Ferrocarril Trasandino, al día siguiente arribó a Santiago a las 18:30 en una ciudad alborotada por el júbilo de la hazaña lograda.
Sin duda una hazaña que hoy en día con lo común que son los vuelos por sobre la Cordillera de Los Andes, cueste comprender en total magnitud. Esta proeza fue lograda principalmente por el coraje y pasión por la aviación de un joven Teniente Godoy. Cabe destacar la prácticamente nula «ayuda» técnica, más solo una brújula y un mapa, sin oxígeno y sin un traje especial para soportar las bajas temperaturas en la altura. Además del avión Bristol M-1C que si bien tenía bastante potencia era un avión difícil de volar, muy inestable lo que obligaba al piloto estar todo el tiempo controlando la aeronave.
Bibliografía:
Historia de la Fuerza Aérea de Chile Tomo I
Historia de la Fuerza Aérea de Chile Tomo I, de Rodolfo Martínez Ugarte (1963)
Historia de la Aviación en Chile, Tomo I, de Enrique Flores (1933)
Monografía El Avión Bristol M-1C del MNAE (Oct 2018)